El Corral es la necesidad de belleza de los corazones en llamas

Nos gusta pensar en El Corral como un espacio de cuidados. Trabajamos en torno a unos ejes transversales cuyas fronteras son total e intencionadamente difusas: el trabajo vecinal, la economía combativa y la cultura crítica.

El trabajo vecinal fue nuestro punto de partida. En el año 2015, nuestro alter ego -El Arrabal de San Miguel- organizaba las I Jornadas de Uso del Espacio Público; un fin de semana repleto de actividades culturales que, junto a un mercado social y juegos tradicionales, llenaron calles y plazas a la vez que las reclamaban como lugar de encuentro de lxs vecinxs de nuestro barrio. Al año siguiente, tras la segunda edición y a pesar del éxito en la convocatoria, decidimos dar por finalizada esta aventura al sentir que en lugar de integrarnos en la vida del barrio, lo invadíamos durante un par de días (comunicado aquí). La clave: de un evento a otro nos faltaba generar cotidianidad. Y ése es el vacío que debe y quiere llenar El Corral: establecerse como un lugar integrado en la cotidianidad de la vida de nuestro barrio, ya que sólo desde la cotidianidad pueden surgir los cuidados de una manera natural y espontánea.

Los nuevos modelos de ciudad han mercantilizado nuestros barrios, sustituyendo esos espacios cotidianos que, a su vez, eran sus motores económicos (panaderías, lecherías, fruterías, zapaterías, etc.) por una explotación turística en la que todo es efímero y ajeno. Por ello, entendemos que espacios como El Corral deben presentarse como espacios de economía combativa, una economía que se enfrente al Capitalismo mirándole a los ojos, sin miedos, y planteando otros modos económicos de relacionarnos más equitativos y justos, no basados en la explotación (de recursos naturales ni humanos). 

Entendemos la cultura crítica como aquella cultura transgresora que se enfrenta a las estructuras de poder dadas en un contexto cultural, social y político determinado. Contamos con unas cuotas de socixs que posibilitan programar actividades culturales sin miedo a la reversión económica. Hacemos cultura que nos gusta, cultura necesaria, y no cultura que vende y se vende.

No podemos dejar de situarnos en la ciudad en la que vivimos, tan clásica y costumbrista, pero a su vez a la que le debemos tanto. Consideramos las casas de vecinxs y los barrios que las albergaban como cuna de una cultura popular de la que nos sentimos herederas. Los oficios artesanales, la cocina de la abuela o el flamenco, por ejemplo, tienen en estos espacios su lugar en la historia. La construcción horizontal en la que las casas se miraban unas a otras a los ojos, y con multitud de zonas comunes, facilitaba que estas formas de vida se cimentasen en relaciones más colaborativas y cooperativas.

Por todo ello, el proyecto de rehabilitación de El Corral se sustenta en su conversión en un espacio para el barrio y para la ciudad, un lugar de encuentro para los movimientos sociales y para la economía combativa/colaborativa y, sobre todo, un espacio para la cultura crítica, alejada de los objetivos de los cánones de mercado. El Corral no es un simple espacio en el que convivirán distintos proyectos, sino que se entenderá en su común, como un espacio colaborativo y cooperativo en el que todas las personas que participen deben crecer.

Todo esto, en la práctica física de El Corral, se traduce en lo siguiente: un taller de trabajo compartido, Lepisma (librería-mercao social-cafetería), un espacio para dar alojamiento temporal a colectivos y/o personas (NO TURÍSTICO) y un espacio multiusos. Para saber más: